MELGAREJO

Pablo Neruda 

Bolivia muere en sus paredes

como una flor enrarecida:

se encaraman en sus monturas

los generales derrotados

y rompen cielos a pistolazos.

 Máscara de Melgarejo,

bestia borracha, espumarajo

de minerales traicionados,

barba de infamia, barba horrenda

sobre los montes rencorosos,

barba arrastrada en el delirio,

barba cargada de coágulos,

barba hallada en las pesadillas

de la gangrena, barba errante

galopada por los potreros,

amancebada en los salones,

mientras el indio y su carga cruzan

la última sábana de oxígeno

trotando por los corredores

desangrados de la pobreza.

Bolivia (22 de marzo de 1865)

Belzu ha triunfado. Es de noche. La Paz arde

con los últimos tiros. Polvo seco

y baile triste hacia la altura

suben trenzados con alcohol lunario

y horrenda púrpura recién mojada.

Melgarejo ha caído, su cabeza

golpea contra el filo mineral

de la cima sangrienta, los cordones

de oro, la casaca

tejida de oro, la camisa

rota empapada de sudor maligno,

yacen junto al detritus del caballo

y a los sesos del nuevo fusilado.

Belzu en Palacio, entre los guantes

y las levitas, recibe sonrisas,

se reparte el dominio del oscuro

pueblo en la altura alcoholizada,

los nuevos favoritos se deslizan

por los salones encerados

y las luces de lágrimas y lámparas

caen al terciopelo despeinado

por unos cuantos fogonazos.

Entre la muchedumbre va Melgarejo,

tempestuoso espectro

apenas sostenido por la furia.

Escucha el ámbito que fuera suyo,

 la masa ensordecida, el grito

despedazado, el fuego de la hoguera

alto sobre los montes,

la ventana del nuevo vencedor.

Su vida (trozo

de fuerza ciega y ópera desatada

sobre los cráteres y las mesetas,

sueño de regimiento, en que los trajes

se vierten sobre tierras indefensas

con sables de cartón, pero hay heridas

que mancillan, con muerte verdadera

y degollados, las plazas rurales,

dejando tras el coro enmascarado

y los discursos del Eminentísimo,

estiércol de caballos, seda, sangre

y los muertos de turno, rotos, rígidos

atravesados por el atronante

disparo de los rápidos rifleros)

 ha caído en lo más hondo del polvo,

de lo desestimado y lo vacío,

de una tal vez muerte inundada

de humillación, pero de la derrota

como un toro imperial saca las fauces,

escarba las metálicas arenas

y empuja el bestial paso vacilante

el minotauro boliviano andando

hacia las salas de oro clamoroso.

Entre la multitud cruza cortando

masa sin nombre, escala pesadamente el trono enajenado,

y al vencedor caudillo asalta. Rueda

Belzu, manchado el almidón, roto el cristal

que cae derramando su luz líquida

agujereado el pecho para siempre,

mientras el asaltante solitario

búfalo ensangrentado del incendio

sobre el balcón apoya su estatura,

 gritando: «Ha muerto Belzu», «Quién vive»,

«Responded».  Y de la plaza,

ronco un grito de tierra, un grito negro

de pánico y horror, responde: «Viva,

sí, Melgarejo, viva Melgarejo»,

la misma multitud del muerto, aquella

que festejó el cadáver desangrándose

en la escalera del palacio: «Viva»,

grita el fantoche colosal, que cubre

todo el balcón con traje desgarrado,

barro de campamento y sangre sucia.

Pablo Neruda, Chile, 1904-1973. Su nombre real fue Neftalí Reyes Basoalto, desde 1917 adoptó el seudónimo de Pablo Neruda como su verdadero nombre. Escritor, diplomático, político, Premio Nobel de Literatura, Premio Lenin de la Paz y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Oxford, es considerado como uno de los grandes poetas del siglo XX. Militó en el partido comunista chileno apoyando en forma muy decidida a Salvador Allende. De su obra poética, se destacan títulos como Crepusculario, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Residencia en la tierra, Tercera residencia, Canto general, Los versos del capitán, Odas elementales, Extravagario, Memorial de Isla Negra y Confieso que he vivido. Premio Nobel de literatura en 1971