Por: Cintia Fabiola Figueredo Quisbert
Ferroviario es la palabra que se usaba para designar a las personas que trabajaron en la Empresa Nacional de ferrocarriles de Bolivia, ENFE, Eugenio Quisbert Mamani fue una de ellas, un ferroviario, como muchos hombres de su generación tuvo que dejar el campo para mudarse a la ciudad por la década de 1940 aproximadamente, sin embrago el accidente que sufrió cumpliendo su oficio de brequero en la Estación Central de la ciudad de La Paz el año 1963 le dio un giro a su vida, con 33 años tuvo que luchar para sacar a su familia adelante, lidiando con sus limitaciones físicas y económicas.
Sin duda las adversas circunstancias de la vida de Eugenio afectaron a sus hijos, su historia alcanzó también la memoria de sus nietos, yo una de sus ellas, he podido comprender las dinámicas familiares, positivas y negativas que observé a lo largo de mi infancia mientras vivía en la casa de mi abuelo, ahora comprendo que el pasado nos determina y sus lecciones nos fortalecen, siempre y cuando estemos dispuestos a aprenderlas, este relato tiene como finalidad preservar un pedazo de esa memoria, los recuerdos de la vida de mi abuelo Eugenio Quisbert Mamani.
El accidente y la locomotora
La vida de Eugenio estuvo marcada por sucesos fortuitos, más de una vez estuvo a punto de perder la vida, sin embargo, el destino lo aferraba a su existencia terrenal, tal vez el más duro de todos y el que marcó un antes y después en su vida fue el accidente que sufrió cuando era un joven funcionario de la Estación de ferrocarriles de La Paz.
Era el domingo 22 de diciembre de 1963, días previos a navidad, en la zona Sagrado Corazón de Jesús de la ciudad de La Paz, su familia había adelantado los festejos de noche buena, Eugenio tenía 33 años era el padre de 7 hijos, dos varones y 5 mujeres, el mayor tenía 15 años y el último de los niños tenía apenas 7 meses de nacido, ese fatídico día Gregoria le había pedido a su esposo que no fuera a trabajar, ya que los efectos del festejo de la noche anterior aún mostraban sus efectos, él terco y testarudo no hizo caso de las palabras de su compañera y salió rumbo a la estación de ferrocarriles acompañado de su hijo mayor, Eugenio trabajaba en aquel lugar, su labor era señalizar con banderas la llegada y salida de trenes.
Ya era el medio día y una alarma sonó en la estación de trenes, pese a la distancia el eco llegó a oídos de Gregoria, ella sintió que el corazón se le partía, no era una buena señal, al poco tiempo, de boca en boca los vecinos le hicieron saber que Eugenio había sufrido un grave accidente, su hijo mayor Romualdo llegó a la casa y entre espanto y miedo le narró a su madre lo sucedido, algunos diarios presentaron la noticia así:
“LOCOMOTORA ARROLLÓ AYER A UN BREQUERO CERCENÁDOLE DOS PIERNAS Y UN BRAZO”
En grave accidente, que conmovió a numerosa gente que en ese preciso instante se encontraba en la Estación Central despidiendo a familiares y amigos que viajaron en el tren internacional hacia la Argentina, una locomotora arrolló a un trabajador ferroviario, cercenándole las dos piernas y el brazo izquierdo, en circunstancias en que la víctima y la máquina cumplían sus tareas habituales.
EL ACCIDENTE
Informaciones proporcionadas a LA NACIÓN por el jefe de Patio de la Estación Central, Victor Vila y por el Agente del F.C. La Paz-Antofagasta, Luis Calderón se sabe que el accidente se produjo cuando la locomotora No. 344 conducida por el maquinista Rojas y el furgonero Urquizo, realizaba la tarea de invertir una bodega… al parecer, la víctima que lamentablemente hacia dos minutos había ingresado a cumplir sus obligaciones de brequero en dicha locomotora, resbaló bajo los rieles en el momento en que la máquina se encontraba en plena marcha, arrollándolo sin darle tiempo a ponerse a buen recaudo por la rapidez con que ocurrió el hecho.
LA VÍCTIMA
El infeliz trabajador ferroviario, sufrió el impacto de las ruedas de la máquina sobre sus dos piernas y el brazo izquierdo… Eugenio Quisbert, que es el nombre del desdichado trabajador, es un hombre joven de apenas 30 años aproximadamente…”
AUXILIO
…Resolvieron llevarlo a la clínica “Sopocachi”, ubicada a una cuadra de la plaza España, donde reciben generalmente atención médica los trabajadores ferroviarios.
(Fuente: La Nación, La Paz, lunes 23 de diciembre de 1963)
El diagnóstico era terrible, los médicos pensaron que Eugenio no sobreviviría, su familia era pobre, no podían cubrir los gastos, pero pese a todos los pronósticos negativos Eugenio sobrevivió, tras dos años de hospitalización, operaciones y cuidados especiales, aunque en el accidente perdió su brazo derecho y los dos miembros inferiores, él pudo continuar su vida.
¿Quién fue Eugenio?
Eugenio nació un 4 de marzo de 1930 en la comunidad de Patarani del municipio de Guaqui en la provincia Ingavi del departamento de La Paz, creció en torno a una hacienda donde los comunarios trabajaban la tierra para el hacendado, creció solo con su mamá, quien murió muy joven, se crio con su hermana mayor y cuñado quienes fueron como padres para él, en su adolescencia, por consejo de su cuñado, Eugenio decidió migrar de su comunidad para vivir en Chuquiago Marka, decidió cambiar su apellido, ya que le habían dicho que con un buen apellido tenía más opciones de conseguir un buen trabajo, Eugenio paso de ser Quispe a Quisbert.
Hijo del rayo
Era un 25 de julio, la fiesta patronal de Guaqui, en honor al Tata Santiago, Eugenio había asistido al festejo para aprovechar compartir unos tragos con sus amigos y familiares, ya era muy tarde, él debía retornar a Patarani, era como una hora de caminata, cuando de repente Eugenio sintió un azote en su espalda, como si un enorme chicote lo hubiese golpeado, no recuerda más de lo sucedido, pero la interpretación que él le dio a lo que le sucedió fue que el Tata Santiago, Illapa (sustantivo aymara para designar al rayo), lo había castigado, enviándole un golpe con su rayo, Eugenio no murió y tampoco tenía daños de consideración, a él le gustaba mucho narrarle esta historia a sus nietos.
En el mundo aymara una forma de convertirse en yatiri, (sabio, adivino) es recibir el impacto de un rayo y vivir para contarlo, Eugenio era muy joven cuando le pasó esto, sin embargo, años más tarde, en su edad adulta, él despertó su habilidad de poder leer en coca, aunque no pudo consagrarse por las limitaciones físicas que le dejó el accidente de tren de 1963, en su casa él tenía un thari (tejido con forma cuadrada, mediano hecho con lana de oveja o alpaca), donde guardaba hojas de coca ahí hacia lecturas para sus nietos y para sí mismo.
Su familia
Eugenio conoció a su esposa Gregoria Carvajal Cortez, una joven mujer de pollera, que vivía en el pueblo de Guaqui, aunque su relación era socialmente reprochable en esa época, ya que ella era del pueblo y gozaba de un estatus social más alto y Eugenio al ser de una comunidad no, ambos se enamoraron y terminaron consolidando una familia. Gregoria abandonó el pueblo de Guaqui para mudarse con su esposo a la ciudad de La Paz, en esa familia nacieron 9 hijos, Romualdo, Beatriz, Martina, Eugenia, Antonia, Juan y Verónica, dos murieron cuando eran aún bebes.
La familia de Eugenio y Gregoria consiguió su casita en el barrio Sagrado Corazón de Jesús, él fue uno de los fundadores de la zona, no tenían servicios básicos, y el barrio creció cambiando la topografía de los cerros del lugar, los ríos eran caudalosos y una espesa vegetación cubría el lugar, muy cerca estaba la zona de El Tejar, cuyo paisaje era similar.
Eugenio en sus mejores años fue emenerista, así se les llamaba a los partidarios del MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), participó de la Revolución Nacional de 1952, una de sus hijas narra que Gregoria, su esposa escondió todos los documentos que relacionaban a su esposo con este partido cuando inició la época de dictaduras en los años setenta, para 1963 Eugenio ya había sufrido el accidente por lo que su actividad como dirigente de su zona y como militante del MNR terminaron también.
Tras el accidente Eugenio tardó dos años en recuperarse, pudo sobrevivir, utilizaba ortopédicos que remplazaban su brazo izquierdo y sus dos piernas, caminaba apoyado por muletas, la empresa ENFE, le otorgó un trabajo de escritorio sellando los permisos de las mercancías que llegaban de Arica a La Paz, tenía una vivienda prestada en la estación de trenes, solo algunos fines de semana volvía a su casa en la zona Sagrado Corazón de Jesús.
Cuando llegó la UDP (Unión Democrática y Popular) al gobierno de Bolivia en 1982, la familia de Eugenio sufrió las carencias de la hiperinflación, fue tan dura la situación que la pena y preocupación hicieron que Gregoria enfermara con cáncer de hígado, ella murió el 12 de diciembre de 1984.
Hasta un próximo encuentro
Los hijos de Eugenio crecieron, algunos estudiaron, otros solo consolidaron sus familias, los años pasaron y las secuelas psicológicas del accidente que sufrió nunca fueron tema de conversación familiar, la siguiente generación, 23 nietas y nietos, conocieron a su abuelito y lo recuerdan como un hombre bueno que siempre les contaba sus historias y les daba recomendaciones para la vida, un hombre que en sus días oscuros permanecía en su cuarto, la cerveza y el alcohol eran los confidentes de sus recuerdos, entre alegres y tristes, pasaban días en los que el abuelito se encerraba en su habitación para luego salir al patio a dar discursos a los vecinos en elevados tonos de voz y sobre diversos temas, todos lo conocían y sabían que esos episodios eran pasajeros, ahora su familia comprende que Eugenio era alcohólico. Así transcurrió su vida, pasaron los años hasta que el 13 de diciembre de 2001 Eugenio murió por una complicación de salud a nivel del sistema nervioso.
Eugenio vivó un poco más de la mitad de su vida marcado por las secuelas del accidente, pudo ver nacer a una gran generación de nietos, dejó su thari y su coca, al igual que la abuela había dejado sus aguayos tejidos con su nombre, todos estos son objetos que permiten sentir su presencia todavía, Eugenio tuvo una larga vida, vivió con coraje porque venció a la muerte dos veces, la primera en su encuentro con Illapa (rayo), la segunda en su encuentro con el tren, y ahora está presente en la memoria de su familia, su ajayu (ánimo-espíritu) vuelve y estará presente en quienes los recuerdan con cariño, recordar a nuestros ancestros es un ejercicio para mantenerlos vivos, porque ellos no han muerto, solo se han ido.