Han Kang “La clase de griego”

Por Carlos H. Burgoa Moya

Tener en su haber el premio Nobel de Literatura (2024) Han Kang, (Gwangju, Corea del Sur, 1970) y continuar deleitándonos con sus historias, no es tarea fácil para una autora de nuestra habla, -ya que ella es de origen coreano- ya que siempre conlleva que podamos entender su escritura, su mensaje y mostrar su mundo, que no esta alejado al nuestro, pero que dista mucho en costumbres y otros quehaceres humanos. Y en la búsqueda de seguir su huela me encuentro con su obra “La clase de griego” se publicó en coreano en 2011 y que inevitablemente pierde en la traducción es a la transitoriedad del lenguaje (y de las vidas) que Kang explora. En muchos sentidos, el lenguaje es poético: la metáfora es algo natural para ella; obtener ideas excavar ideas con muy pocas palabras hace de la palabra un arte.

“La clase de griego”, (205 páginas) indaga en la pérdida, en la violencia y en la frágil relación de nuestros sentidos con el mundo que nos rodea, valiéndose de dos personajes que, pese a sus diferencias, se encuentran mutuamente con el fin de salvarse y de protegerse. Está narrada a dos voces: por un lado, la de una mujer de mediana edad que ha perdido la capacidad del lenguaje. Un lenguaje que es para Han Kang: «algo resbaladizo y no nos asegura una buena comunicación. Se podría comparar a un arco tensado cuya flecha jamás dará en la diana porque va a caer a medio camino». Pero esta no es su única pérdida. Su madre acaba de morir y ha perdido la custodia de su único hijo. Quizás, con la íntima convicción de la recuperación del habla, asiste a clases de griego antiguo.

Como contrapunto, está lo narrado por el profesor de griego. Un hombre cuya vida ha estado dividida entre Alemania y Corea, y que, aquejado de una enfermedad que le dejará irremediablemente ciego, decide regresar a Corea, su país natal, para afrontar el inevitable desenlace. La novela de Han Kang: «indaga en la pérdida, la violencia y la frágil relación de nuestros sentidos con el mundo que nos rodea», en lo frágil que vemos pasar el mundo sin poder entenderlo y saberlo apreciar de lo bello que es vivir en ella.

Su vida, su pensamiento y su reflexión de estos personajes que viajan, en cierto modo, a la deriva, vamos conociendo las circunstancias de cada una de sus vidas y los hechos que los han llevado a su situación actual. La escritora coreana se sirve de los recuerdos de ambos protagonistas para crear una obra de gran belleza e intimidad.

FRAGMENTOS

«El lenguaje, que la aprisionaba y la hería como una prenda hecha con miles de alfileres, desapareció de un día para otro. Podía oírlo, pero un silencio como una gruesa y compacta capa de aire se interponía entre el caracol de sus oídos y el cerebro. Rodeada por ese silencio oprimente, no podía acceder a la memoria que le permitía mover la lengua y los labios para pronunciar las palabras y sostener con firmeza el lápiz. Había dejado de pensar con el lenguaje. Se movía y lo comprendía todo sin acudir a la lengua. Un silencio anterior al habla, anterior incluso a la existencia, absorbía el fluir del tiempo y la envolvía por dentro y por fuera como una esponjosa capa de algodón».

Es un lindo libro donde el lenguaje es la riqueza de nuestro entendimiento, sea cual fuese el nuestro, porque de una u otra forma logramos entendernos, porque esa es la capacidad que tiene el ser humano.