La fiesta del chuño, relatos de E. G. Squier en Bolivia

Por: Cintia Fabiola Figueredo Quisbert

Hace 162 años, un diplomático y arqueólogo estadounidense desarrollaba un viaje de exploración por Bolivia y Perú, su nombre era Ephraim George Squier, nacido el 17 de junio de 1821 en Belén, Nueva York, EEUU, su viaje duró 3 años, de 1863 a 1865, en los que, de forma exquisitamente detallada, observó, convivió y admiró los paisajes y cultura de la región andina de ambos países.

Squier fue uno de tantos exploradores extranjeros que arribaron a estas tierras en el siglo XIX, su mirada e intenciones estuvieron impregnadas por el colonialismo de esa época, que tildaba a estas tierras y sus habitantes como cosas exóticas, pese a esta carga ideológica, las memorias y diarios de exploración son excelentes fuentes para acercarnos a conocer: sitios, costumbres, fiestas, de los primeros 50 años de vida del país.

La travesía del mencionado explorador tuvo como fruto la publicación de un libro titulado “Un viaje por tierras incaicas, crónica de una expedición arqueológica (1863-1865)”, publicado en Bolivia, en castellano, el año 1974 por la editorial Los amigos del libro, obra de la cual se extraerá un episodio en torno a lo que el autor denominó “La fiesta del chuño” correspondiente al capítulo XVI “En Tiahuanaco y hacia las islas sagradas”:

“Ya he dicho que nuestra visita a Tiahuanaco coincidió temporalmente con el Chuño y Corpus Christi. La población del lugar, como por supuesto la de toda la región, es india, pues los sacerdotes, funcionarios y terratenientes blancos son tan pocos que casi no vale la pena enumerarlos. Estos indios pertenecen a la familia aymara, que difiere de la quechua, y constituyen una raza más morena, más taciturna y más cruel. Su celebración de la fiesta del Chuño, una ceremonia que data de antes de la conquista y de la fiesta de la Iglesia eran igualmente notable y, por arrojar alguna luz sobre sus prácticas primitivas y condición actual, probablemente son dignas de una breve mención.

He mencionado una variedad de papa acre entre los principales artículos alimenticios de la Sierra. Se la vuelve más apetitosa que cuando se la emplea en su estado natural y más capaz de ser conservada, al extenderla en el suelo y exponerla durante algunas semanas a las heladas de la noche y el sol del día, hasta que se convierte en chuño, momento en la que se la almacena para su consumo. El chuño acababa de ser almacenado cuando llegamos a Tiahuanaco, en la segunda noche después de nuestra llegada comenzaron los preparativos para celebrar el acontecimiento mediante un gran abandono a la chicha y cañazo, con los alborotos correspondientes en diferentes partes de la aldea, extrañamente compuestos de vivas, aullidos, alaridos y chillidos, nada propicios para el sueño…

Nunca olvidaré la extraordinaria escena que nos sorprendió a nuestro regreso al pueblo por la tarde. Las calles estaban desiertas y toda la población del lugar estaba reunida en la plaza, agrupada a lo largo de sus lados, donde brillaban fogatas alimentadas con tallos de quinua, mientras que la parte central de la plaza estaba ocupada por cuatro grupos de danzadores y danzadoras, vestidos con trajes corrientes, si se exceptúa el hecho de que los hombres en cada grupo tenían pañuelos o cuadrados  de género de algodón de diferentes colores que estaban atados, a la manera de insignias distintivas, sobre sus hombros derechos y caían sobre sus espaldas. Llevaban tocados de pluma o penachos de variados colores, alargados mediante trozos de caña, que se elevaban hasta una altura de 1,5 a 1,8 metros, como una sombrilla invertida, desde una faja firmemente ceñida alrededor de la frente. Cada hombre tenia debajo del brazo izquierdo un rústico tambor, de gran circunferencia, pero bajo, que golpeaba con un palillo que sostenía en su mano derecha, mientras que con la izquierda se llevaba a la boca una flauta de Pan, que difería por su tono y tamaño de la de su vecino. En cada grupo había varias mujeres, todas vestidas de azul, pero que, al igual que los hombres, llevaban pañuelos de géneros de diferentes colores que cruzaban sus pechos sobre sus hombros izquierdos. También llevaban sombreros o tocados de papel rígido, el ala perfectamente plana y redonda, plegada y cortada como para representar la figura convencional del sol con sus rayos. La copa se componía de tres piezas semicirculares, colocadas en forma triangular, con rayos de diferentes colores que irradiaban desde espejuelos cuadrados colocados en su centro.

Cada grupo bailaba con vigor al son de su música unida, que suplía con volumen lo que le faltaba en melodía: salvaje y penetrante, aunque lúgubre; la flauta aguda y el tambor apagado, con frecuentes toques de cuernos de vaca a cargo de aficionados entre los espectadores, llenaban el oído con sonidos discordantes. Cada hombre parecía ansioso de sobrepasar a su vecino con la energía de sus movimientos, a menudo extravagantes; en cambio los movimientos de las mujeres eran lentos y majestuosos. La música tenia su cadencia y sus partes enfáticas eran marcadas con movimientos enfáticos similares en el baile…

El festival prosiguió noche y día sin parar, cada vez más frenético y ruidoso, y sólo culminó con el comienzo de la fiesta de la Iglesia. Fue un espectáculo extraordinario el de los símbolos del cristianismo y las imágenes de nuestro Salvador y los santos llevados por las calles de Tiahuanaco por un sacerdote tambaleante e indios que hacían eses, mientras que los jaraneros del chuño danzaban y tocaban el tambor alrededor de ellos…” (Squier, 1974 p. 164-165)

A modo de cometario

El relato de Squier nos introduce a imaginar una fiesta que en la actualidad ya no se practicaría en Tiwanaku, según el explorador, el año que visitó dicha población, la fiesta coincidió con la celebración de Corpus Christi, son interesantes las descripciones de los instrumentos e indumentaria de quienes la celebraban, mujeres y varones vestidos con aguayos que les cruzaban la espalda, las mujeres dedicadas a la danza, vestidas de azul, con un sombrero adornado con un espejo en la copa, llama la atención la descripción de los instrumentos y  vestimenta de los varones que se asemeja bastante a lo que actualmente conocemos como sikuris de Italaque (prov. Camacho del departamento de La Paz), con las siguientes variantes, según los dibujos de Squier, éstos llevarían mayor cantidad de plumas de colores en los penachos, asemejando la forma de un paraguas invertido y los tambores serían de un diámetro más grande y de una caja más angosta, muy diferentes a los bombos que actualmente acompañan a los sikuris, un registro sonoro de lo que observó Squier habría sido sin duda fascinante.

El texto no es explícito al mencionar el año exacto en que Squier estuvo en Tiwanaku, sin embargo, por la descripción brindada, se deduce que pudo ser en 1865, año en el que Corpus Christi se celebró el 15 de junio, recordemos que esta fiesta católica no tiene una fecha exacta de celebración, cambia cada año, al ser junio coincidió con la época en la que se elaboraba y aún se elabora chuño en el altiplano boliviano.

En la actualidad en Tiwanaku ya no se celebra la fiesta del chuño, pero como dato curioso, al año pasado en Chile,  en la comunidad de Cobija, dependiente de la municipalidad de Camarones, con el financiamiento del Gobierno Regional Arica y Parinacota, crearon la “Fiesta de la papa-chuño 2024”, con el objetivo de la promocionar y rescatar las manifestaciones culturales de su región, sin duda en el pasado y en el presente hubo y hay una continuidad cultural entre el altiplano de Bolivia y el norte de Chile, esperemos que en Bolivia también se rescate “la fiesta del chuño”, al estilo de la narración de Squier.

Bibliografía

Squier E.G. (1974). Un viaje por tierras incaicas, crónica de una expedición arqueológica (1863-1865). Editorial Los amigos del libro. Cochabamba – Bolivia.

https://siarchives.si.edu/history/featured-topics/latin-american-research-es/ephraim-george-squier-0

https://www.facebook.com/aricaldia/posts/fiesta-de-la-papa-chu%C3%B1o-2024-conozca-el-programa-de-actividades-20-21-juliofiest/903604241809381/