“Le dedico mi silencio”

Por Carlos H. Burgoa Moya

Así título Vargas Llosa, su última obra (Alfaguara, 2023), que a decir de él sería su última producción literaria, que no lo sabemos porque los seres humanos siempre somos impredecibles, pero eso el tiempo lo dirá. No cabe duda que en el presente trabajo nos retrotrae a ese Perú que -para algunos que nos gusta la música criolla- es la historia de lo poco que sabemos, pero disfrutamos al escuchar un vals o como ellos llaman la canción criolla.

Toño Azpilcueta, personaje de la obra, que le ha dedicado su vida a reseñar la música criolla no lo podía dejar pasar esos sonidos populares como el vals, el huaino, la caja entre otros instrumentos que nos legaron los conquistadores, para contar de donde venia esa maravillosa música que a decir solo se escuchaba en recónditos lugares de la Lima de antaño y que gracias la magnífica  ejecución  de la guitarra le hablaron de un tal Lalo Molfino; guitarrista excepcional como peculiar en su vida privada, a quien que en una noche lo cautivo para poder investigar más de él.

La obra transcurre en investigar todo sobre ese interprete de la música a través de la guitarra que muere a muy temprana edad y deja una tarea pendiente a Lalo, donde viajó al lugar de origen del músico, en el departamento norteño de Chiclayo. Ahí averiguó que Lalo había nacido en Puerto Eten y que un cura italiano lo había criado después de encontrarlo abandonado en un basural, donde estuvo muy cerca de ser devorado por unas enormes ratas. La vida de Molfino –supo después Azpilcueta– había estado marcada por traumas, secretos y trabas no muy distintas a las de él mismo, como el terror a los roedores, que en el transcurso de la obra va desgranando como superar esas cosas raras que hay veces padecemos los humanos.

Una historia muy ambientada en su Perú de Vargas Llosa, pero que nos cuenta entre otras cosas como era el Perú antiguo o como fue la influencia de la música en el pasado. No cabe duda que es también un homenaje a los grandes de la música criolla como ser Chabuca Granda, Oscar Avilés o Luis Abanto Morales, etc., que a través de ellos se conoció más a esa tierra de la sierra, selva y costa.

Pero también la historia de “Le dedico mi silencio” gira en torno a una insigne interprete de la música criolla peruana como es Cecilia Barraza, que a través de esa magnifica voz, simpatía y elegancia nos envuelve y nos lleva a esos recuerdos e historias que trae la música criolla, que cada interprete en su ejecución no lleva al pasado donde el tiempo no pasa, porque para el amor o el desamor el tiempo es lo menos importante.

Vargas Llosa entre otros temas en la obra, aborda la huachafería, que en Perú algunos la emparentan con la cursilería, presente –sin ir más lejos– en las letras de los valses peruanos, y que no distingue estratos sociales. La huachafería de Azpilcueta, estima el autor de Conversación en La Catedral, “está bien envuelta en las cosas que dice y hace, y yo siento mucha simpatía por él y todos sus congéneres”. Según Vargas Llosa, “la huachafería es el aire que respiramos los peruanos y, sobre todo, los escritores”.

Quien diría que ha fallecido Vargas Llosa, aquel insigne escritor que, a muchos de mi generación, cautivó y a otros los dejo perplejos de lo que despotricaba contra la izquierda, que en razón de gustos nadie debía estar ajeno a una discusión sana y constructiva. Paz y mucha lectura para las nuevas generaciones.