Fernando Garcia Yapur |
Ya escribí una reseña del libro de Richard Bernstein sobre Hannah Arendt: “¿Por qué leer a Hannah Arendt hoy?” (2019) que se perdió por algún error de dedo en el facebook. Y, bueno, nada más por terquedad intentaré rescatar cosas que habían salido de manera espontánea. En principio lo vuelvo a compartir gracias a la benevolencia de Rogelio Vizcaino (buscar el enlace en su página de facebook) y creo que los que puedan leerlo en formato epub reciben un gran regalo para precisamente pensar los acontecimientos de estos días. Lo recomiendo ya que cumple con aquella exigencia que se planteó Hannah Arendt para sí misma como parte de la acción de pensar y, con mayor precisión, de comprender la realidad: como alguna vez mencionó “enfrentarse cara a cara” con ella, con los hechos, sin buscar rechazarla o bien culparla; quizás, tan sólo, para volver a empezar la relación y reconciliarse. Hoy, la condición humana enfrenta un gran desafío que desborda las posibilidades de comprensión, al menos de aquellas que nos permitían tener certeza o certidumbre respecto a lo que hacemos y, en particular, a la forma como reproducimos nuestra existencia. Algo similar enfrentó Arendt cuando buscó comprender el fenómeno del totalitarismo, un hecho que inicialmente resultaba incomprensible (quizás por inaceptable) bajo el paraguas de la tradición racional e ilustrada en la que se formó y sufrió su influencia. Pero no quedaba otra alternativa, había que hurgar más y reinventar esa tradición; pero, ahora sí, sin los esquemas rígidos o barandillas que preestablecían la manera de enfrentarse y entender. Por ello, el ejercicio de pensar siempre supuso el nacimiento, esto es, el inicio de algo que reinventa la manera de vernos y, en el fondo, de vincularnos. Sus reflexiones en torno al totalitarismo como un fenómeno nuevo pueden servirnos para pensar lo que acontece y cierne sobre nosotros. La estrategia de refugiarse en el intimismo personal y el aislamiento en torno a lo público (el estar y actuar juntos) para supuestamente defender la vida, tarde o temprano, según su estudio y reflexión, cobra la factura precisamente a la vida y a la existencia comunitaria. Esta fue la historia del totalitarismo y sus consecuencias sobre la existencia humana expresada en el exterminio y holocausto. En este libro, Bernstein rastrea la construcción del pensamiento de Arendt y lo pone en contexto de los problemas contemporáneos, desde la defensa de la condición de paria como mujer judía que busca la afirmación de un lugar en el mundo sin perder la identidad individual, hasta el asunto de la responsabilidad política vinculada a la capacidad y necesidad de cualquiera de emitir juicio, esto es, de participar en los asuntos comunes y, en el fondo, de hacer política en y fuera del circuito establecido para su ejercicio. La propuesta o mejor la reflexión de restablecer la comunidad política sobre la idea “del derecho de tener derechos”, propone subvertir los esquemas estancos en los que están varados las estructuras de los Estado-nación, esto es, el marcado de fronteras jurisdiccionales de los derechos como derechos de ciudadanía que en el fondo ponen en el limbo y suspendidos los derechos humanos de miles de personas que bajo la nominación de “refugiados” o “ilegales” dan cuentan de la arbitrariedad, abuso y paradoja de la actual estructura de organización del mundo. Los “otros”, “ellos”, los “extraños” o los “que no son”, son los recursos nominativos que dieron lugar a la expansión del racismo y, así, a la construcción de la idea de «amenaza» en el seno de la condición humana. Una realidad que, de una u otra manera, experimentamos todos cuando no estamos en el supuesto circuito de privilegio, certeza y seguridad de nuestras fronteras. La idea de configurar una comunidad más allá del Estado-nación o bien más allá de los derechos de ciudadanía y de sus estructuras institucionales sin pensar que estas se diluyan, es una interesante provocación para repensar la organización estatal y el orden político internacional. Asímismo, esta idea del “derecho a tener derechos” en tanto principal derecho fundamental de la organización de cualquier comunidad política, posibilita asumir que ella (la comunidad) es un resultado artificial de la capacidad de la sociedad civil, a través de sus distintos formatos de participación, para poner en vilo, una y otra vez, el sentido y los fines de esta.